Fruto del cerezo, árbol de la familia de las Rosáceas que alcanza hasta 20 m de altura. El fruto es una drupa de unos 2 cm de diámetro cuyo color oscila desde el rojo claro hasta el morado oscuro.
El general romano Cúpulo, conocido por su amor por la refinada gastronomía, fue el responsable de popularizar el consumo de la cereza en Europa hace dos mil años, aunque el origen de esta fruta se sitúa en la Antigua Mesopotamia. Los cronistas romanos y de manera especial Plinio aseguran que, a pesar de que en el Imperio se conocían algunas variedades silvestres de esta fruta, fue a partir de la guerra contra Mitrídates, rey del Ponto, en Asia Menor, cuando se inició su cultivo.
Su origen etimológico es controvertido, aunque una de las teorías con más peso asegura que los griegos llamaban a esta fruta ´kerasos´. Más tarde los romanos asimilaron este término y lo hicieron propio llamando a esta fruta ´cerasus´, de donde derivaría a la actual ´cereza´.
Las cerezas contienen una cantidad moderada de hidratos de carbono (13.5%), (principalmente azúcares simples como fructosa, glucosa y sacarosa) y pequeñas cantidades de fibra. Aportan también pequeñas proporciones de diversas vitaminas (A, E, B1, B2, B6, niacina, folatos, vitamina C...) y de numerosos minerales y oligoelementos (calcio, hierro, fósforo, magnesio, zinc, selenio...).
En su composición cabe destacar la presencia de compuestos bioactivos como las antocianinas (localizadas en la porción carnosa de la fruta), sustancias con capacidad antioxidante y con actividad inhibitoria de la ciclooxigenasa II, por lo que se consideran compuestos protectores de los vasos sanguíneos.
El extracto acetónico obtenido a partir de los pedúnculos de las cerezas (conocido como novicardina), ha demostrado una acción cardiotónica en estudios realizados ´in vitro´, aumentando la fuerza contráctil del miocardio en un 20-25%, sin modificar el resto de las parámetros electrofisiológicos. Estos efectos se han atribuido a la presencia de flavanonas, flavonas e isoflavonas en dicho extracto.
Las cerezas también aportan monoterpenos, concretamente, alcohol perílico, compuesto con actividad antitumoral. Numerosos estudios experimentales han indicado que dicho compuesto es capaz de prevenir el desarrollo de algunos tipos de cáncer como el de páncreas, mama, próstata, pulmones, hígado y piel. Además, también presenta propiedades antioxidantes, protegiendo a los lípidos, a la sangre y a otros fluidos corporales contra el ataque de los radicales libres, moléculas implicadas en el envejecimiento y en el desarrollo de diversas enfermedades crónico/degenerativas (cardiovasculares, cáncer, osteoporosis, etc.).
Referencias bibliográficas
Crowell PL, Siar Ayoubi A, Burke YD (1996). Antitumorigenic effects of limonene and perillyl alcohol against pancreatic and breast cancer. Avd. Exp. Med. Biol. 401:131-136.
Peris JB, Stübing G, Vanaclocha B (1995). Fitoterapia aplicada. Colegio Oficial de Farmacéuticos de Valencia.
Repasi J, Frank L (1992). Analytic and biological standardization of Prunus avium extracts. Acta. Pharm. Hung. 62(4):172-181.
Seeram NP, Momin RA, Nair MG, Bourquin LD (2001). Cyclooxygenase inhibitory and antioxidant cyanidin glycosides in cherries and berries. Phytomedicine. 8(5):362-369.
El general romano Cúpulo, conocido por su amor por la refinada gastronomía, fue el responsable de popularizar el consumo de la cereza en Europa hace dos mil años, aunque el origen de esta fruta se sitúa en la Antigua Mesopotamia. Los cronistas romanos y de manera especial Plinio aseguran que, a pesar de que en el Imperio se conocían algunas variedades silvestres de esta fruta, fue a partir de la guerra contra Mitrídates, rey del Ponto, en Asia Menor, cuando se inició su cultivo.
Su origen etimológico es controvertido, aunque una de las teorías con más peso asegura que los griegos llamaban a esta fruta ´kerasos´. Más tarde los romanos asimilaron este término y lo hicieron propio llamando a esta fruta ´cerasus´, de donde derivaría a la actual ´cereza´.
Las cerezas contienen una cantidad moderada de hidratos de carbono (13.5%), (principalmente azúcares simples como fructosa, glucosa y sacarosa) y pequeñas cantidades de fibra. Aportan también pequeñas proporciones de diversas vitaminas (A, E, B1, B2, B6, niacina, folatos, vitamina C...) y de numerosos minerales y oligoelementos (calcio, hierro, fósforo, magnesio, zinc, selenio...).
En su composición cabe destacar la presencia de compuestos bioactivos como las antocianinas (localizadas en la porción carnosa de la fruta), sustancias con capacidad antioxidante y con actividad inhibitoria de la ciclooxigenasa II, por lo que se consideran compuestos protectores de los vasos sanguíneos.
El extracto acetónico obtenido a partir de los pedúnculos de las cerezas (conocido como novicardina), ha demostrado una acción cardiotónica en estudios realizados ´in vitro´, aumentando la fuerza contráctil del miocardio en un 20-25%, sin modificar el resto de las parámetros electrofisiológicos. Estos efectos se han atribuido a la presencia de flavanonas, flavonas e isoflavonas en dicho extracto.
Las cerezas también aportan monoterpenos, concretamente, alcohol perílico, compuesto con actividad antitumoral. Numerosos estudios experimentales han indicado que dicho compuesto es capaz de prevenir el desarrollo de algunos tipos de cáncer como el de páncreas, mama, próstata, pulmones, hígado y piel. Además, también presenta propiedades antioxidantes, protegiendo a los lípidos, a la sangre y a otros fluidos corporales contra el ataque de los radicales libres, moléculas implicadas en el envejecimiento y en el desarrollo de diversas enfermedades crónico/degenerativas (cardiovasculares, cáncer, osteoporosis, etc.).
Referencias bibliográficas
Crowell PL, Siar Ayoubi A, Burke YD (1996). Antitumorigenic effects of limonene and perillyl alcohol against pancreatic and breast cancer. Avd. Exp. Med. Biol. 401:131-136.
Peris JB, Stübing G, Vanaclocha B (1995). Fitoterapia aplicada. Colegio Oficial de Farmacéuticos de Valencia.
Repasi J, Frank L (1992). Analytic and biological standardization of Prunus avium extracts. Acta. Pharm. Hung. 62(4):172-181.
Seeram NP, Momin RA, Nair MG, Bourquin LD (2001). Cyclooxygenase inhibitory and antioxidant cyanidin glycosides in cherries and berries. Phytomedicine. 8(5):362-369.
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